Hoy vi la planta artificial más real que he visto nunca.
Simulaba una planta de ornamento común y corriente, sin nada de extraordinario.
A primera vista pensé que era real, hasta que me di cuenta que era imposible que lo fuera, pues no había la luz suficiente para que una planta de verdad pudiera vivir.
Entonces observé todos sus detalles. Era una planta completamente imperfecta, y era justamente eso lo que la hacía parecer real. Sus hojas no eran uniformes, y algunas de ellas estaban secándose. Tenía también algunas hojas muertas.
Y comprendí que para simular la realidad hay que evitar la perfección. La belleza de la naturaleza es precisamente el hecho de ser imperfecta. Los defectos no son defectos, son simplemente parte del milagro, de la divinidad, de lo eterno. No hay perfección sin imperfección. Todo es vida, incluyendo la muerte.
Así es que hoy, me amo, te amo y amo la vida, un poco más. Así, tal como soy, tal como eres, tal como es la vida: con defectos, fallas, vicios y tristezas, que lo único que hacen es hacernos más humanos y reales, y por lo tanto, perfectos. Somos perfectos, todo es perfecto.