Se acerca la navidad, y, como cada año, me impresiona la manera en que esta fecha se ha convertido en la más grande bendición para miles de comercios (desde tienditas de la esquina hasta compañías transnacionales).
En las últimas semanas he sido testigo de los esfuerzos sobrehumanos que las personas estamos dispuestas a hacer cuando se trata de gastar dinero. He visto a personas cargando sus compras, en cajas de cartón más grandes que su torso y casi tan pesadas como su propio peso, subiéndose, prácticamente a ciegas, a camiones urbanos, bajo el hirviente sol del mediodía. El día de las ofertas del “Black Friday”, hubo malls en Panamá que abrieron sus estacionamientos a las 4:30 a.m. y las tiendas estuvieron abiertas de 6 a.m. a 11 p.m. Al mediodía varias tiendas cerraron pues ya no tenían mercancía que vender. Desde mediados de noviembre, en Albrook Mall, considerado el centro comercial más grande de Centroamérica (300,000 metros cuadrados y más de 400 tiendas) es imposible encontrar un lugar de estacionamiento.
Estoy convencida de que si utilizáramos esa misma fuerza de voluntad, ese mismo esfuerzo, para cosas más nobles y humanitarias, el mundo sería diferente… Pero hasta ahora la movilización contra el desastre nuclear de Fukushima, la hambruna en África, la utilización de drones, la contaminación del agua, etcétera, etcétera, etcétera no han motivado a tantos como para levantarse antes de que salga el sol.
No cabe duda que la más grande historia de éxito de nuestros tiempos es la labor de marketing de las grandes empresas, que nos han hecho creer que el consumo nos brindará la tan anhelada felicidad. Cada vez más, estamos dispuestos a todo, con tal de tener dinero para comprar cosas que nos han hecho creer que necesitamos para vivir. Estamos dispuestos a trabajar de día y de noche y a endeudarnos hasta el punto que nos sea imposible conciliar el sueño, con tal de tener una televisión más grande, un carro del año, el último videojuego… Nunca nada nos es suficiente, pues apenas satisfacemos la última “necesidad” que ya nos están bombardeando con algo nuevo que debemos, imperiosamente, tener.
La manipulación de los medios es determinante en la creación de necesidades falsas. Los anuncios publicitarios están ya en todas partes, y es prácticamente imposible estar en ningún lugar del mundo sin estar expuesto a algún tipo de mercadotecnia. Ya no es sólo en la televisión, pero también en radio, periódicos, revistas, espectaculares, baños y prácticamente cualquier espacio público está atestado de publicidad que nos incita a comprar cosas que no necesitamos. Las fiestas de fin de año son entonces el pretexto ideal para adquirir cosas. Las personas estamos “obligadas” a comprar regalos, para mostrar al mundo cuán generosos somos. Nos han hecho creer que el personaje central de la Navidad es un señor barbón que da regalos y toma Coca Cola, y no sólo nos hemos creído el cuento, pero además, participamos en él, lo promocionamos.
El día de hoy leí en el periódico que la palabra más buscada de 2013 en Google fue “Nelson Mandela”, por arriba de “Iphone5”. Mi primera reacción fue de agradable sorpresa: ¡Bueno, no estamos tan mal! ¡El humanismo superó al consumismo! Después de una reflexión llegué a la conclusión de que el motivo real es que la mayoría de las personas en el mundo, los jóvenes, quienes son los que más utilizan el internet, no saben ni quien fue ni qué hizo Nelson Mandela… En cambio Iphone5 no es buscado porque simplemente no hay que saber mucho de él, sólo hay que ir a comprarlo, o pedírselo a Santa Claus…
Feliz consumidad y próspero saldo nuevo!