Tornillos y diablos rojos: símbolos de la desigualdad panameña

Diablos rojos y tornillosMaría se levanta todos los días antes de las cinco de la mañana. Apenas le da tiempo de prepararse y rara vez alcanza a desayunar en casa. Tarda alrededor de dos horas en llegar a su trabajo, pues tiene que tomar tres buses. Además, a veces tiene que dejar pasar varios, pues vienen demasiado llenos. De cualquier forma, sabe que tendrá que viajar parada, pues los asientos a esa hora siempre están ocupados. Le gustaría encontrar un trabajo más cerca de su casa, pero es difícil: las empleadas domésticas son más requeridas y mejor pagadas en otras zonas. Gana $350 al mes, pero nunca ha podido ahorrar ni un balboa. Todo el sueldo se va para mantener a sus tres hijos y otro tanto para las medicinas y doctores de su hermano. Los últimos días de quincena está siempre con la cartera vacía, pero se dice que tiene suerte de poder trabajar, considerando que apenas terminó la secundaria.

Valeria procura llegar antes de las 9:30 a.m. a su oficina. Le gusta estar instalada en su escritorio y con la computadora encendida cuando llega su jefe. Normalmente, va antes al gimnasio o a desayunar con amigas en alguno de los nuevos restaurantes de la ciudad. Regresó a Panamá hace unos meses, después de haber estudiado una maestría en Estados Unidos. Nunca pensó que regresaría, pero su papá le consiguió este trabajo donde le pagan lo que considera que se merece: $3,500 mensuales, más prestaciones, “aceptable” para una primera experiencia y además le permite relacionarse con gente del sector financiero. Le encanta el clima panameño, y aprovecha todos los fines de semana para ir a la casa que tienen sus papás en la playa.

María pasa todos los días frente a la oficina de Valeria, en ese edificio tan alto y con una forma un poco extraña al que llaman “El Tornillo”. Hace poco escuchó a alguien decir que es un edificio totalmente inteligente, pero no sabe bien qué quiere decir eso. Su hermano José trabajó en la construcción. Sin embargo, nunca tuvo tiempo de verlo terminado debido al accidente que lo dejó incapacitado.

Valeria también ha visto pasar al “Diablo Rojo” en el que viaja María. Está harta de ver esos buses y espera con ansia el día en que desaparezcan de la ciudad. Los encuentra vulgares y de mal gusto, subdesarrollados, como de república bananera. No entiende cómo la gente puede viajar escuchando esa música a todo volumen.

Ese día, María y Valeria se cruzan en la acera de la calle, pero ninguna ve a la otra. Comparten el mismo espacio, pero viven en universos paralelos que raramente se entrelazan. María está comiéndose una empanada y una chicha. Será lo único que coma durante el día y esa tarde tendrá que caminar más de una hora, pues se gastó lo del pasaje del bus. Valeria se dirige al auto con chofer que la llevará al aeropuerto. El tema de la conferencia que impartirá esta tarde en Bogotá es “El espectacular crecimiento económico en Panamá y su entrada al primer mundo”.

Como si crecimiento fuera sinónimo de progreso, para todos…

Acerca de LaLoren

Migrante permanente: 21 años tapatía, 1 lyonesa, 2 parisina, 2 grenadina, 1 guadalupense, 1 chiapaneca, 1.5 chilanga, 1 trinitaria, 0.5 ginebrina, 3.5 panameña, 1.5 libanesa
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