India meditada

Estoy en el aeropuerto de Ginebra, a punto de tomar el avión que me llevará a la India, pasando por París, Bombay y con destino final Ahmenabad. Un viaje de poco más de 24 horas entre vuelos y escalas. Seguido de un trayecto de cuatro horas por carretera que sucederá de manera un tanto surrealista –yo, tan agotada por el viaje, que apenas podía abrir los ojos de vez en cuando para alcanzar a percibir changos sentaditos a la orilla de la carretera nomás mirando los carros pasar, o camellos cargados de mercancía y jalados por una correa como si fueran french puddles, o tráilers con letreros que suplican a los demás conductores pitar (sonar el claxon). Todo esto en medio de un caos vial lleno de ruido, olores, colores y templos, sobre todo templos por todos lados (después alguien bromearía, muy acertadamente, diciendo que India era el país de las mil religiones y los cien mil Dioses).

Es muy extraño estar sola. Hace mucho tiempo que no lo estoy, mucho menos viajando. Recuerdo haber soñado con hacer este viaje hace poco más de un año ya, cuando desesperadamente sentí la necesidad de aprender a meditar y fui a un centro de Raja Yoga que ofrecía clases gratuitas, en Trinidad y Tobago. En ese entonces me imaginaba ir a la India con mi familia. Yo, embarazada de Yann, estaría en mi retiro espiritual mientras que Gavin y Léa pasearían por el pueblo. Al final del retiro viajaríamos juntos, montaríamos elefantes (el animal preferido de Léa) y nos empaparíamos de la cultura India.

Ese 13 de julio de 2011, en mi primera lección de meditación, me enseñaron esencialmente las bases de la espiritualidad que responden a la pregunta ¿Quién soy yo? Me explicaron que no soy un cuerpo, pues mi cuerpo cambia, envejece, pero yo sigo siendo la misma. Tampoco soy una mente, pues puedo observar mis pensamientos y analizarlos. No soy lo que hago. No soy lo que tengo. Por lo tanto soy Espíritu, soy un Alma. Los seres humanos no somos un cuerpo con alma sino un alma en un cuerpo. El cuerpo es el vehículo, el alma el conductor. El alma es energía y la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Por lo tanto somos infinitos, eternos e indestructibles. Siempre hemos existido y siempre existiremos. Ese día la maestra me dijo: si logras entender esto, la muerte tendrá todo un nuevo significado, entenderás que la muerte no existe, la muerte es sólo transición, es un regreso a la Fuente.

Dos semanas después mi hija Léa estaba dejando su cuerpo para reunirse con la Luz. No sé si mi dolor pudo haber sido más grande de no haber tenido ese primer contacto con la espiritualidad, lo único que sé es que desde el primer instante tuve la certeza de que Léa estaba bien. Con esa intuición de madre que te hace sentir cuando tus hijos están bien o están mal, yo supe desde el inicio que Léa se había ido al mejor lugar que puede existir, y que lo difícil iba a ser para Gavin y para mí continuar nuestra vida terrenal sin su presencia física. Supe también que hay una fuerza suprema, una energía invisible que nos mueve a todos y que es capaz de hacer cosas que no somos capaces de hacer nosotros mismos. Es la luz que nos señala el camino. Es esa fuerza la que nos sostuvo a Gavin y a mí, la que nos pidió que confiáramos, que todo iba a estar bien y que todo pasaba por algo. Es la fuerza que nos está ayudando a transformar el dolor y el miedo en amor y confianza… Resulta que algunos creen que esta fuerza es Dios. Si es así, entonces no sólo creo en Dios, sino que lo conozco, lo vi con mis propios ojos.

La tradición hindú cree en la Reencarnación. Cuando la maestra yogui nos consoló a Gavin y a mí pidiéndonos que imagináramos que Léa ya estaba ahora en otra familia, haciendo feliz a otros padres, no evitamos sonreír melancólicamente… definitivamente Léa era capaz de hacer feliz a mucha gente. Ahí comprendimos lo que es el amor incondicional. El cuerpo de Léa ya no estaba con nosotros pero nuestro amor hacia ella y de ella hacia nosotros había quedado intacto.

babasrock4Meditar se convirtió para mí en una necesidad. Cuando medito recuerdo y vuelvo a mi esencia, a mi paz. Me lleno de confianza hacia la vida. Me recargo de una energía que puedo utilizar después, en momentos difíciles. Por eso cuando me invitaron a este retiro de meditación en una Universidad Espiritual en Rajahstán, norte de India, no lo dudé. El universo complotó para que todo se acomodara perfectamente en cuanto a fechas, vuelos, presupuesto, etc. Gavin como el mejor marido y papá que es, me dio todo su apoyo, además estaría de vacaciones así que podría quedarse a cargo de Yann.  Todo esto lo tomé como una señal y me fui. Mi objetivo era aprender, de forma intensiva, todo lo que la meditación te puede enseñar.

Mi primera lección No juzgues, no tengas prejuicios, todos somos almas, todos somos hermanos y absolutamente todas las personas tienen algo que enseñarte la tuve apenas subiéndome al avión, cuando conocí a la que sería mi compañera de viaje y mejor amiga durante el retiro. Sarah esperaba a la salida del avión en París, me sonrió espontáneamente aún sin conocerme, con esa sonrisa encantadora de Meg Ryan, completamente pura e inocente. Lo primero que pensé es: no tengo absolutamente NADADSCF3952 en común con esta mujer… ¿de qué vamos a hablar? Se ve demasiado feliz, ingenua, seguramente tiene una vida de cuento de hadas… Unas horas después, durante nuestra escala en Bombay, Sarah me compartía la experiencia de haber perdido a su esposo en un accidente trágico, en su presencia, hacía apenas seis meses. Era viuda a sus 25 años. Sobra decir lo mucho que nos acercamos y lo mucho que compartimos Sarah y yo. Se convirtió para mí en una fuente de inspiración de lo que fortaleza, serenidad y paz interior pueden significar.

Aprendí también lo que es el Karma, en teoría la Ley de Causa y Efecto: todo lo que hagas se te regresa. Si actúas bien recibes el bien, si actúas mal recibes el mal (pero partiendo de la base de que el bien y el mal no existen, son sólo percepciones). Este tema por lo general me provoca conflicto, pues no es fácil aceptar que absolutamente todo lo que pasa en mi vida es únicamente culpa mía y una consecuencia de mis acciones. Pero el universo me arregló un taller práctico sobre el tema para que lo entendiera mejor: El mismo día en que nos dieron la clase de karma fuimos por la tarde a un templo. Se nos acercaron unos niños yDSCF4065 nos pedían una pluma, para escribir…. Yo traía una en mi bolsa, pero en mí cabeza tenía al angelito que me decía: dale la pluma, pobres niños, no tienen nada, seguro la quieren para ir a la escuela…. Y después el diablito me susurraba: no se la des, tú la necesitas más, además la acabas de comprar y es una pluma buena que ni van a cuidar…. Al final ganó el diablito, más que nada porque pensaba darles la pluma a la salida del templo y cuando salimos los niños ya no estaban. En la noche al quitarme la ropa, me di cuenta de que mi ropa blanca, nueva, estaba toda manchada. Toda la tinta de la pluma que no les di a los niños se había chorreado.

Este tema del karma me dejó reflexionando varios días. Trataba de descifrar qué pude haber hecho en otra vida para merecer el perder a mi hija. Pensé que quizá había sido médico, y por negligencia había dejado morir a un paciente y ahora lo estaba pagando… Me torturé varias noches, hasta que llegué a la decisión de enfocarme en las acciones de ESTA vida, pues de las otras ya no tengo control. Además, ni siquiera podría decir que estoy pagando por algo malo, pues haber tenido a Léa, aunque fueran sólo dos años, ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Así que quizá más bien estoy pagando un bien… También sé que gracias a Léa puedo ver la vida desde una mejor perspectiva. Enfocándome en lo esencial, no teniendo más miedo a nada, mucho menos a la muerte. Tratando siempre de disfrutar el tiempo presente y viviendo sin expectativas y sin apegos.

Los 300 participantes del retiro veníamos de más de cuarenta países diferentes. Pero además, la mayoría éramos originarios de países diferentes a nuestro país de residencia. Entonces siempre teníamos que preguntar: ¿De dónde eres? ¿Dónde vives? Y a veces también ¿Y dónde quisieras vivir? Fue muy impactante convivir con gente de tantos rincones diferentes del planeta y todos con un solo y mismo objetivo: encontrar la paz interior. Entendí el poder de la conciencia colectiva y me convencí de que el mundo de ninguna forma se podría acabar, ni en el 2012 ni nunca, ni siquiera podría empeorar, siempre y cuando sigan habiendo personas generando vibraciones de amor y de paz.  Era impresionante la energía que se sentía en ese lugar. Todo era positivismo, todo era alegría, serenidad, o sea pura buena vibra. Recordé la importancia de ver a los ojos, de reconocer la luz de cada persona (Om Shanti).

Durante el retiro nos adaptamos a las costumbres de humildad y pureza de los yoguis, entre ellas el Amrit Vela (meditación a las 4am), el vegetarianismo (no carne de NINGUN animal, ni huevo, pero tampoco ajo ni cebolla y obvio no alcohol); la vestimenta (de forma natural y sin que nadie nos lo pidiera todos terminamos vestidos de blanco, pues es un símbolo de pureza pero además nos dimos cuenta de que te facilita la vida vestir de un solo color y no pierdes tanto tiempo en estar buscando combinaciones de color correctas); y el celibato (aquí hablo por mí y durante esas dos semanas, por los demás no meto las manos al fuego). Además no llevé absolutamente ningún producto de belleza ni ningún aparato electrónico. Pasar dos semanas en esta austeridad y simplicidad voluntaria me hizo reafirmar que realmente poseo demasiadas cosas, mucho más de las que necesito, y creo que para muchas personas es el caso (mientras que una gran parte de la población vive sin lo indispensable).

Me encantó descubrir que es posible un mundo sin transacciones comerciales, pues todos los que colaboran en la Universidad Espiritual son voluntarios. Quiero destacar que el retiro fue gratuito, que estuve dos semanas alimentada, hospedada y educada, sin que absolutamente nadie, en ningún momento, me pidiera dinero, propina o algo similar. Todas las personas eran auténticamente amables, sin ningún pensamiento de beneficio personal oculto. Esto hace que las relaciones fluyan de una forma mucho más natural, más profunda y en ningún momento sientes que las personas «deben» de comportarse de tal o cual forma contigo solo porque ya les diste dinero. Y viceversa.

Cuando regresé a Ginebra hubo quien me preguntó si no había sido muy difícil ver la pobreza en India. En realidad no vi más pobreza que la que he visto en comunidades indígenas de Chiapas, Oaxaca o Michoacán. En cambio me impresionó mucho la serenidad, la paciencia y la amabilidad de los indios. Me costaba trabajo imaginarme a alguien enojado, exigiendo o reclamando algo, en general son muy pasivos. Ni siquiera en pleno embotellamiento, entre cláxones y atracones los indios se sublevan, nadie se toma nada personal, nadie se toma nada en serio. Que si el camión no pasa pues entonces caminamos… Que si no abrió la tienda pues venimos más tarde… Cuando le preguntas algo a un indio la respuesta siempre es: Yes, no problem.

En cambio fue bastante duro regresar al primer mundo y ver la eterna insatisfacción de losDSCF3713 europeos. La quejadera constante por cosas sin importancia (que si el bus ya tiene dos minutos de retraso, que si el aire acondicionado no funciona bien, que si hace frío, que si hace calor, que si la comida del avión no está buena…). El europeo, y concretamente el francés (para no meter a todos en el mismo saco) no solamente no te devuelve la sonrisa, pero además le molesta si les sonríes, se te queda viendo con esa cara de: ¿Y tú por qué fregados eres feliz? No cabe duda de que la riqueza material no se traduce de ninguna manera en felicidad o satisfacción personal, y que la mayoría de las veces mientras más tienes, más quieres, más te frustras y menos contento estás. No por nada en Europa vive la mayor cantidad de gente deprimida del mundo. En India hay mucha pobreza pero es tan alto su nivel de espiritualidad que las personas lo asumen muy bien y aunque en el exterior tengan muchas carencias, en su interior son inmensamente ricos.

En India realmente practiqué el desapego, no sólo material, pero también mental y emocional. Aprendí que el desapego es desenchufarte de todo lo que no es importante (es decir, casi todo lo que nos preocupa en la vida). Es darte cuenta de que la mente recuerda cosas que debes olvidar y olvida cosas que debes recordar. Pero la más grande enseñanza que me dejó este retiro es que independientemente del camino que tomes, la vida tiene una sola meta. Esa meta es ser feliz, vivir plenamente amando a todos y a todoSentirte bien con todos (textual, todos, incluyéndote a ti mismo) y con todo lo que te rodea y todo lo que te suceda. Pienso que es así la única forma de lograr una felicidad genuina, profunda, plena, constante, sin apegos y sin expectativas. Aceptando y olvidando el pasado y dejando de planear el futuro, consciente de que lo único que tienes está aquí y ahora. Hay muchos caminos para llegar a esta conciencia espiritual, el que cada quien decida tomar es lo de menos.

Acerca de LaLoren

Migrante permanente: 21 años tapatía, 1 lyonesa, 2 parisina, 2 grenadina, 1 guadalupense, 1 chiapaneca, 1.5 chilanga, 1 trinitaria, 0.5 ginebrina, 3.5 panameña, 1.5 libanesa
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