La primera experiencia de romper una piñata fuera de México fue absolutamente reveladora… Para el segundo cumpleaños de mi hija hice piñatas, y la preparación me fue transportando a mi país, a mi infancia. Me sorprendió ver que el engrudo no huele igual que antes. Me preparé como lo hacen las mamás mexicanas, compré muchos dulces para llenar la piñata, pero aparté algunos en una bolsa para consolar al típico niño chillón que se queda sin dulces. ¡Cuál va siendo mi sorpresa de ver que la dinámica piñatera cambia completamente en el extranjero! Para empezar, a los niños por lo general les hace falta chocomilk, y el golpe no es el mismo, por lo que la piñata duró horas colgada antes de que se rompiera, y cada niño le pudo pegar más de 2 veces (no como en México que muchos se quedan sin pegarle). Después, cuando caen los dulces, los niños no se saben esa de aventarse al piso y hacer una cuevita con las manos para acaparar la mayor cantidad de dulces posibles, sino que se quedan paraditos rodeando los dulces y después de algunos minutos de reflexión se agachan y agarran un dulce, máximo dos, sus preferidos nada más.
Yo que pensaba que el arte de romper la piñata era natural y de puro instinto, me di cuenta que en realidad es una reacción cultural y una representación de la sociedad mexicana. La incitación a la violencia en México inicia desde edad temprana, en las mismas fiestas infantiles. El dotar a los niños de un palo con el cuál tienen derecho a destruir, sin remordimiento alguno, una obra de arte, una artesanía, a veces hasta a su ídolo representado en un personaje de Disney, todo en nombre de la diversión. Y es que el mexicano es capaz de todo en nombre del gozo, de cualquier exceso, de cualquier ridículo, basta ver los shows de las barandillas que nos causan tanta gracia, la cantidad de borrachos que se han hecho famosos, y todas las frases que representan este fenómeno: “pero lo bailado nadie te lo quita”, “pero te divertiste, es lo importante”, “a coger y a tomar que el mundo se va a acabar”.
En segundo lugar, en las Repúblicas Piñateras como México, primero estás tú, después tú, y al final tú. La sociedad es totalmente individualista, sin ninguna visión colectiva. Eso se fomenta también desde la infancia al incitar a los niños a pegarle a la piñata y tratar de romperla aunque falten muchos niños sin darle, y después a agarrar la mayor cantidad de dulces posible, aunque no te los puedas comer, aunque no te gusten, aunque te de diabetes, aunque llegues a la casa a tirarlos a la basura… tú agárralos, porque son gratis. Agarra aunque no veas ni lo que estás agarrando, aunque al final te des cuenta de que te peleaste por cañas, limas y tecojotes. Que nunca se te olvide que “el que no agandalla no gana”, y es esa misma actitud que deberás seguir practicando cuando tengas más poder que el de un palo de piñata, cuando tengas poder político, poder empresarial, o ya de perdis un poco de poder familiar.