Adiós Chilangolandia

Adiós Chilangolandia, Hola de nuevo Caribe!

Es la primera vez que me voy de algún lugar sin haber escrito un texto antes. Hay varias razones, la primera es que la mudanza nos agarró de improviso y aunque llevábamos tres meses despidiéndonos de medio mundo, no supimos la fecha de nuestro vuelo hasta tres días antes de subirnos al avión. Otra razón es que, muy a pesar de mis amigos tapatíos aficionados de las Chivas, y temiendo desilusionar a los demás connacionales contra-Americanistas, tengo muy pocas cosas de qué quejarme del DFectuoso (sin mencionar que ahora, teniendo una hija chilanga, perdí un poco de objetividad) y la verdad es que este año y medio en la capital han sido de los mejores que hemos tenido.

Y es que rompiendo con todas las expectativas: nunca nos robaron (de hecho, por increíble que suene, nunca nos han asaltado en México, pero si en las paradisiacas y serenas islas de Grenada -¡2 veces!- y Guadeloupe -¡vacionaron el depa!-); ni nos asaltó un taxista (aunque sí varios se pasaron de lanza con la cuenta gracias a su taxímetro adulterado made in Tepito… pero en fin, a eso es a lo que yo llamo “distribución natural de la riqueza”, y miren que viviendo frente a la construcción del nuevo emporio Carso en plena crisis global uno se vuelve más sensible a estas cuestiones); tampoco nos secuestraron (aunque debo confesar que varias noches de desveladas por cólicos incontenibles de Léa rogué por un mini secuestro exprés…); ni nos robaron el carro (también ayudó que era modelo 2001 y que lo sacábamos del estacionamiento una vez al mes…). En realidad a lo más que llegaron es a cambiarnos el carro de lugar (¡es en serio! Saliendo de una cena en casa de nuestro amigo Jorge Guadarrama, encontramos el carro a 100 metros de dónde lo habíamos estacionado, cerrado con llave y con todas las autopartes intactas… nunca entendimos… y estoy segura de que los Guadarrama pensaron que se nos pasó la mano con el vinito…). También sucedió que en una terraza de Polanco, tomando algo con nuestro amigote (léase también “gran amigo”) Arturo López-Portillo, nos robaran la cobijita que con tanto amor le tejí a Léa durante el embarazo (pero resulta que el robo fue ejecutado el día más frío de los últimos años en el DF, así que finalmente espero que le haya servido a uno de los muchos niños callejeros que estaban ese día pidiendo limosna, aparte de que salí “ganona” porque Arturo nos sorprendió enviándonos de regalo otra cobijita y una campana tibetana preciosa).

Tampoco sufrimos por el tráfico y los embotellamientos, ni pasamos dos horas en el carro para llegar al trabajo, pues el primer requisito para rentar casa fue que estuviera cerca de la Cruz Roja, así que Gavino se iba todos los días con sus lindos piecitos a trabajar, caminando 4 cuadras en un lapso de 8 minutos de ida y 15 minutos de vuelta pues se paraba a comprar una Coca en la tiendita de la esquina. Mucho menos nos mató un temblor ni vimos pájaros cayéndose del cielo por la contaminación, sin embargo sí vimos ardillas corriendo por los cables eléctricos de Polanco, y hasta alcanzábamos a ver al Popo y al Itza desde nuestra ventana (antes de que Carlos Slim levantara su torre enfrente de nuestro edificio). Nunca nos hicimos adeptos a la Santa Muerte, y eso que fuimos a Tepito (un día por error acabamos perdidos queriendo atravesar el tianguis con el carro y casi atropellando a los comerciantes de “artículos piratas varios”, así que por poco y era la Santa Muerte la que nos ponía un altar a nosotros).

Con respecto a la Educación Vial, encontré que los chilangos son mucho más respetuosos hacia el peatón que los tapatíos. Y miren que lo digo con conocimiento de causa pues a todos lados iba yo caminando, con carriola o en bici. Aún así, en el rango de respeto capitalino primero están los otros carros, después las motos y las bicis, y por último los peatones (parece ser que actualmente el Metrobus está todavía por debajo de los peatones). Esto se debe más que nada a que los chilangos, a través de los años, han desarrollado un nivel muy alto de tolerancia hacia el tráfico, y es impresionante ver cómo no pitan hasta que las defensas quedan a 1mm de distancia. Es decir que si vas en carro y te le cierras perra y cochinamente a otro conductor, es muy probable que no haya pedo, sobre todo si es hora pico, ni siquiera te va a voltear a ver. En cambio si vas caminando y quieres cruzar una calle, en hora pico, lo más probable es que los conductores te mienten la madre por semejante ocurrencia (“¿qué hace esa señora loca queriendo ir a algún lado a pie?… ¡y además con una carriola!”). En Guadalajara además de mentarte la madre a ti y a tu bebé, también acelerarían para ver si te alcanzan a dar una lección con modalidad de impacto físico. 

Tampoco agarramos el acento capitalino también conocido como “tonito chilango”. Aunque Gavino al trabajar en la Cruz Roja Mexicana y rodeado de puros chilangos pura sangre (de esos que se salen a almorzar tortas de tamal a las once de la mañana), luego luego agarró mañas capitalinas. Fue más que nada la comunicación no verbal la que se le complicó, y todas las tardes llegaba a la casa haciéndome preguntas extrañas sobre el uso de dedos y manos en la conversación. Yo le pedía que me contextualizara, entonces me decía: –Es que llegué y le pregunté a la secretaria si tenía hojas, ella me hizo así con el dedo (doblando y flexionando el dedo índice) y después así (uniendo el índice con el pulgar pero dejando un breve espacio). Entonces yo le respondía: -¿Acaso era la hora del almuerzo cuando le hiciste esa pregunta a tu secretaria? Porque entonces significa que ¡SI tiene hojas pero que la ESPERES TANTITO a que se termine de comer su torta! Y ya de ahí Gavino y yo pasábamos al interminable tema de describir qué tanto es “tantito” para los mexicanos…

Entre las usanzas capitalinas que me molestaron fue el gran business de los estacionamientos, y de cómo los administradores (también llamados “viene-viene”) se apropian de las calles como si fueran sus locales y se sienten con el derecho de cobrarte por dejar que te estaciones. Lo impresionante de los “viene-viene” es que prácticamente es un empleo formal, con horario establecido (y bastante madrugador por cierto). Estoy segura de que estos individuos tienen menos retrasos o ausencias laborales que cualquier burócrata del Gobierno del Distrito Federal.

Así que, en resumen, puros buenos recuerdos del DF. Nos sentimos felices y afortunados de:

          haber estado cerca de la Agüela y el Abueviejo, y de los tíos Gus y Genano y de las tías Ana y Capu, que se encargaron de regalarle a Léa no nada más un montón de regalos, pero también un primer año de amor intenso e incondicional, acompañado de muchos besos y abrazos;

          haber podido convivir más con la familia chilanga (y que no se confunda por piedad con la michoacana) con quien pasamos momentos inolvidables, y de quien recibimos tanto apoyo y cariño[1];

          haber recibido la visita de familiares[2] y amigos[3] de diferentes partes del mundo;

          haber conocido gente valiosísima que sin duda serán amistades para toda la vida[4]

          el apoyo y cariño recibido por la gente que nos rodeaba cotidianamente[5]

          haber conocido Xochimilco

Y bueno, después de dos años y medio de vivir en tierras mexicanas, estamos ahora de vuelta en el Caribe. Trinidad & Tobago nos recibió con lluvia después de haber pasado meses de sequía extrema en dónde era ilegal regar los jardines o lavar el carro, así que algo querrá decir, y me gusta pensar que es buena señal. Sin embargo ya se nos habían olvidado ciertas “particularidades” de esta región y de esta temporada, cómo son los mosquitos y la humedad. Además de las cuestiones atemporales como lo son el pésimo servicio caribeño (ej.: en el hotel pedimos una cuna para Léa, nos trajeron un colchón inflable y además le pidieron a Gavino que lo inflara, sin mencionar los pleitos con la gente de la aerolínea cada que vas a tomar un vuelo y las súplicas a los meseros para que te traigan el platillo en menos de 40 minutos). Los precios altísimos (ej. $30 USD por una hora de servicio de taxi; $12 USD por una “ensalada” de 5 rodajas de tomate con mozarela en un restaurante completamente “x”; $4,500 USD de renta mensual por un depa de 3 habitaciones y sin amueblar, sí, chido, pero nada excepcional tampoco; casas amuebladas en muy mal estado y con pésima decoración a $2,500USD mensuales; $10,000USD por un carro semi-nuevo modelo 20004; $50 USD por persona una cena en un restaurant normal y la comida lejos de ser deliciosa).

Menos mal que están las playas paradisiacas de fácil acceso, con sombra de árboles o de palapas que nadie te cobra, con una arena blanca, fina y suave, y un agua transparente que te permite ver hasta la mugre de las uñas de los pies, o los atardeceres con colores impresionantes que brindan un espectáculo diferente y gratuito cada día, o la temperatura garantizada de 30 grados en verano y 29 en invierno, o el canto de los pájaros durante el día y el de los grillos y las ranas durante la noche, y la variedad de flores y vegetación que crece por todos lados, y la sonrisa que te devuelve la gente una vez que tú les sonríes…porque si no, no sé lo que haríamos. Todas estas cosas son valiosísimas, si las cobraran no te alcanzaría nunca para pagarlas… así es que con esto se compensa todo lo demás.

El 25 de junio regresamos a festejar nuestro 5to aniversario de bodas a Grenada (a media hora de vuelo de Trinidad & Tobago). Nos hospedamos en el mismo hotel donde pasamos nuestra noche de bodas y ahí mismo está el restaurant en donde fue la fiesta. Fue maravilloso estar de regreso a este lugar que considero uno de los más hermosos que he visto, con una alberca panorámica infinita y con esa vista hacia el mar y St. George’s que te hace olvidarte de cualquier otra cosa. También fue increíble estar en ese mismo lugar ahora con Léa, disfrutando del jacuzzi en su salvavidas. Pero sobre todo fue muy sorprendente y gratificante darnos cuenta del impacto que tuvo el trabajo de Gavin. Ver aún techos de casas reconstruidos gracias a su proyecto, y que varios taxistas lo reconocieran y vinieran a saludarlo pues trabajaron como choferes del proyecto Cruz Roja después del Huracán Iván, o ver que el ahora Gerente de Compras del supermercado fue también un empleado Cruz Roja y se siente agradecido por haber tenido un empleo cuando el supermercado tuvo que cerrar por los daños causados por el huracán. Fue también padrísimo ver a viejos amigos, con los que compartimos tantos momentos importantes, como lo fue nuestra boda. Definitivamente Grenada fue, es y será un lugar importante en nuestras vidas, con todos sus matices pero al final de cuentas es el lugar que nos provoca más sentimientos hasta ahora.

Y bueno, para concluir, les comento que a exactamente un mes de estar aquí, lo que más extraño es la comida. Por favor no lo tomen mal, pero en la actualidad las relaciones personales se compensan bastante (y a veces demasiado) bien vía internet (sobre todo si tienes micrófono, cámara o números de teléfonos gratuitos), de hecho muchas veces estoy más en contacto con algunas personas cuando estoy físicamente lejos que cuando estoy en la misma ciudad. Sin embargo, el aspecto culinario es imposible de suplir con la distancia y no cabe duda de que en ningún lugar del mundo se come tan bien y con tan poco que en México… así que los que están ahí ¡arránquense inmediatamente a echarse unos taquitos a mi salud por favor…!

Les recuerdo que cada uno de ustedes es siempre bienvenido. En donde estemos siempre habrá lugar para ustedes, pues nos encanta compartir la ruta con la gente que queremos.

Un abrazo,

Lorena + Gavin + Léa

 

 

 

[1] Los impresionantes detalles de Jana, sus divertidas fiestas de bienvenida y de despedida y la mitad del guardarropa de Léa. Las imprevisibles llamadas de Quique nada más para hablar con Léa y de paso saber cómo estábamos. A Mario que se ofreció tan amablemente a ser la primera niñera de Léa y que además patrocinó los boletos del teatro para los papás. Esto entre muchas otras cosas que no terminaría nunca de detallar.

[2] La Martha durante el pre- y el post-Léa, Juan Carlos, Gaby Zavala, Bonne-Maman, Gramps, tía Anne-France y tío James, Juan Pablo & Nerea, Tía Lorenia & Tío Roberto, el Mauro; el Pato; +  los que también vinieron pero no se encuentran en esta lista por omisión grave pero involuntaria de la autora.

[3] Mis amigotas tapatías Ale, Mar y Pipis que me organizaron un súper baby-shower alternativo; Ceci & Yann, Diana & Guillaume (France); Dylan (UK); Laila (chilanga desterrada en Níger); Los Chiapanecos: Bere & LM,  Bets, Itz, Lou, Pille (múltiples visitas);  Marrianis & Leo (Canadá); Pete (Finlandia); Olyo & Béa (Hungría); Annika & Kader (Alemania & Marruecos); Arturo (chilango residente en Nepal); la “visita de doctor” de Ale & Eric (GDL); Mathieu el casi mexicano (Francia); Erick (chilango recién desempacado de las Europas y aún en excelente forma) +  los que vinieron pero no se encuentran en esta lista por omisión grave pero involuntaria de la autora.

No por nada el conserje Rodo bautizó nuestro depa como: “LA ONU”.  Ya nada más llegaban visitas y me preguntaba:

-¿Y ahora estos de dónde vienen?

 

[4] ¡Gracias Katy, Carla y Jaime por estar ahí!

[5] El Conserje Rodo, Raúl, Lupita, Gina, nuestra vecina la “Yaya” Mercedes. 

 

Acerca de LaLoren

Migrante permanente: 21 años tapatía, 1 lyonesa, 2 parisina, 2 grenadina, 1 guadalupense, 1 chiapaneca, 1.5 chilanga, 1 trinitaria, 0.5 ginebrina, 3.5 panameña, 1.5 libanesa
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